Las noches son largas y llenas de terror vírico mutante constante, ya no se sabe quién gobierna en CoronaTierra si no es la mismísima saña del Uñado.
Corren los niños-bicho sin techo bajo la lluvia ácida del Invierno, vagan bajo las alcantarillas enmohecidas los bichos más desvalidos, mientras en los elevados rascacielos de los centros neurálgicos del mundo, cucarachas y mosquitos debaten el próximo punto del destino.
Un futuro distópico que parece haber sido delineado con una pluma 3D por los poderosos en algún foro secreto. Y ese hermetismo volvía locos a los niños-escarabajo, y en concreto, al gran Nasu, líder revolucionario, en busca y captura por terrorismo en varios Estados, que encabezaba virtualmente las multitudinarias manifestaciones en contra de las medidas tomadas por los gobiernos y había apoyado, de manera sibilina, las dos originales rebeliones navideñas de los niños-hormiga que tanto dieron que hablar.
Ese hermetismo de los dirigentes mundiales es también lo que hacía echar chispas a la Unimente, que no podía más… Ningún niño-mantis estaba dispuesto a claudicar, a ser marcado, a ser recombinado de nuevo en un «Centro de Alto Nivel», como pretendía la esfera dominante globalista.
En cuanto a Néstor, tenía suficiente con sobrevivir como niño-porcino un día más.
Eduardo Ramírez Moyano
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