LAS MANZANAS ESPEDRIEGAS, LOS SENOS DE LAS DIOSAS GRIEGAS

hesperides.jpg

LAS MANZANAS ESPEDRIEGAS, LOS SENOS DE LAS DIOSAS GRIEGAS

 

Cuenta la leyenda que, a principios del siglo XX, hubo una tormenta atroz y las aguas del río Turia, en su afluente Ebrón, se desbordaron a su paso por el Rincón de Ademuz, allí depositaron unas semillas un tanto especiales. De ellas, nacieron unos árboles de los que brotaron unas frutas que, un siglo después, significan uno de los tesoros más preciados de esta comarca: las manzanas esperiegas o espedriegas.
Hasta aquí la leyenda, pero la realidad es mucho más mágica y sobrenatural…
Tres años después de la riada, justo cuando estaban a punto para recogerse, a principios de Noviembre, sobrevino una calamidad de tormenta peor que la que tuvieron que padecer años atrás; se pensó que se perdería todo, tal fue el impacto, pues todo quedó anegado, los campos más ricos como los más pobres, todos inservibles, las cosechas perdidas, los frutos moribundos entre el fango, la desesperación de las familias y las plegarias no escuchadas… La noche fue terrible para todo el Rincón de Ademuz, que sufría impotente unas inclemencias de tanta magnitud, que le harían perder de seguro todas las huertas de fruto.
-¡Esta malnacida lluvia parece no tener fin! ¡Los campos del José están inundaos!
-¡Se están tronchando los chopos en la orilla del río!
Belcebú bailaba a sus anchas, destruyendo a su paso lo que tanto esfuerzo les había costado a los campesinos plantar, sembrar y cultivar.
– ¡Madre! ¿Y los manzanos? -decía Lucio.
-¡Con este demonio de lluvia ya están tos perdíos!
-¿Quizá se salve algo?- contestaba Carlos, el hermano mayor, optimista.
Pero, durante la noche apenas si se veía algo que los sobrecogedores relámpagos y algún rayo lejano.
A la mañana siguiente, cuando hubo amainado el caos y empezaba a sobresalir el Sol, las gentes, desconsoladas, veían sus tierras desoladas y todo el trabajo de un año tirado por los suelos… Entonces, la voz entusiasmada del anciano Eusebio grito:
– ¡Esperiegas, los senos de las diosas!
Y todos corrieron hasta donde se hallaba éste…
Desde allí, el espectáculo no podía ser más idílico, detrás de un precioso ArcoIris que otorgaba la intensidad propia de lo sobrenatural a la imagen, podían contemplarse todos los campos de manzanas esperiegas intactos, brillando magníficamente doradas, destellando sus puntitos rubí, como una escena divina, dejando asombrados y boquiabiertos a todos. Parecería que, en forma de un halo mágico, las Hespérides (similitud que posiblemente de nombre a esperiega) de la mitología griega, durante la tormenta, las hubieran estado custodiando. Y ahora, milagrosamente, resplandecían complacientes con toda su luz de fruta del Edén que porta el secreto y el enigma de la vida.

 

Eduardo Ramírez Moyano

 

 

Etiquetas: , ,

Deja un comentario